Los gatos en la azotea caminan silenciosamente,
se comunican a murmullos.
Miran la luna llena cual si fuera la última.
El viento acaricia sus sentidos.
Se seducen mutuamente y giran entre si
lamiéndose,
acicalandose,
reconociéndose;
rito erótico provocado por la luz que los baña.
Se escuchan los maullidos en la madrugada,
música del encuentro.
La luna sonríe al mirar a sus vigilantes amandose a su abrigo.
Provocadores llenan su noche de luz de luna,
de amores prófugos y eternos.
Sabiéndose suyos huyen,
y dejan a la luna tan solitaria
como ellos
con la dulzura de la certeza
de avistamientos futuros.