jueves, 18 de febrero de 2010

La Historia



La primera vez que té miré pensé que había visto esos ojos antes. No lograba entender como un desconocido me era tan famliar. Como sin saber tu nombre podía irme contigo al acostón inmediato. No era una cuestión hormonal, o una situación de promiscuidad instantánea. Te miraba de reojo y evitaba cruzar mirada contigo cada día que venías por la calle y cruzabamos el saludo trivial. La tenacidad se me escapaba cada vez que aparecías con tu ropa impecablemente planchada, con esos zapatos tan lindos que tanto había soñado desprender, arrancar. La mente se me ponía en blanco, mis dotes de conquistadora se caían al suelo como las esperanzas de algún día estar contigo. La tensión se llamaba imposibilidad. La fantasía se hundía en el río con el sueño del peso de tu cuerpo con el mío. Si hubiese tenido voluntad, o suficiente descaro, te hubiera golpeado la puerta a las cinco de la mañana para explicarte la situación. Pero no lo hice. Preferí dejarte dormir. Y mientras masticaba pensativa el pan de la mañana pensé que debía de tener el valor de echarte suelo a tierra y besarte hasta cansarme, un día de éstos. No tengo que ahondar en el tema, el descaro me ganó y terminamos en la relación mas larga y masoquista que jamás alguien haya tenido, basta con decir que la piel no nos bastaba y teníamos que ir más allá poseyendo cada pensamiento, cada palabra no dicha, eran mutuas, eran nuestras, anécdotas jodidamente inolvidables, rastros de besos por la ciudad, por el cielo, por los sueños. Me convertí en un poro de tu piel, en un movimiento de tu espalda, en un gemido de tu placer, yo, tu primer y único placer. El cansancio y la apatía que nos vencen las ganas provocarán que te pierdas en la ensoñación de aquella sala y yo, con la excusa de leer algún libro o de mirar el televisor, estaré sentenciandote a observarme dormitar, hasta que amanezca, admirándome una vez más. Tal vez ni siquiera mi obsesión pueda mantenerme despierta y deba renunciar a tí… Y el sueño vencerá…Seguiremos recorriendo ciudades,creando historias. Y al salir el sol, el desayuno será el de rigor, con las charlas de siempre: Tus tonterías, mis manías, nuestras estupideces. Y así estaremos: Tú mirando mis ojos. Yo mirando mis planes. Yo pensando en perderte. Tú pensado en amarme. Absurdamente tratando de entendernos y descifrarnos sin concentrarnos en hacernos compañía. Y yo lo olvidaré todo de nuevo. Y entonces saldrás de casa y hablaremos como siempre, varias veces en el día, acompañándonos por horas mientras yo te siento en la distancia... Realmente sin estar. Indudablemente, pensaré que nos separan mares, dragones y monstruos; y mientras divago me concentraré diseñando sobre un papel algunos puentes y mapas para tratar de alcanzarte. Para no perderte más. Y un par de horas después me daré por vencida (como hoy, como siempre), esperándote en el portal de mi casa: Sin preguntarme por qué nunca he sentido el valor suficiente para susurrarte al oído que aún cuando abrazo siento que me haces falta… que aún cuando me aferro a un cuerpo, extraño tu mirada. Que aún cuando estás en mis sueños, en mi cuerpo, sigues siendo aquel que me deja sin palabras.