domingo, 8 de noviembre de 2009

Infelicidad




“Andá a saber si no sos voz la que esta noche me escupe tanta lástima.

Andá a saber si en el fondo no hay que llorar de amor hasta llenar cuatro o cinco palancas.

O que te las lloren, como te las están llorando.”

“Me estoy atando los zapatos, contento, silbando, y de pronto la infelicidad”

Rayuela, Julio Cortázar.




Sorpresivamente me invade la sensación de tristeza absoluta. Un vacío en el alma me avisa que ya no estás junto a mí. Mis uñas despintadas por tanta ansiedad me anuncian el descuido. De inmediato me doy cuenta que deshacerme de todo lo que no uso debe ir a la basura. Es doloroso meter todo lo amado a una caja y saber que se va con todo lo inservible a servir a alguien más.

No hay almas limpias. No existen. (No hay un cielo esperándote) La mía, está sucia como las demás, inevitablemente acabaré donde estás tú.

Aún recuerdo el río al atardecer, la luna enorme, las manos mojadas y el café interminable de todos los días.

Vienes a mis sueños y me abrazas como si vivieras.

Ya no quiero nada.

Es la última vez que me pongo triste por tu ausencia.

Te dí suficiente de mí cuando aún vivías.

Lloré suficientes mares por tu partida.

Cargué por años tu cobardía.

¿te darás cuenta que mi reloj ya no marca la misma hora?

En tu muerte te lamentas por mi vida.