miércoles, 17 de marzo de 2010

Pegados al suelo


¿Y si la felicidad no se muere pero me oculta que duerme?


Sucedió que te apareciste nuevamente. Llevando nuestra vida en una bolsa, en tu mano izquierda y tu vida en la otra.

Tratabas de hablarme pero tus labios estaban cosidos y sólo tú te escuchabas.

Tenías los mismos ojos pero no miraban igual.

Querias engañarme, salir corriendo y no lograste despegar los pies del suelo.

Me quedé allí, viéndote hasta el cansancio, corroborando según mis recuerdos tu autenticidad.

Cuando estuve segura, te besé y cerraste los ojos, se convirtieron en los que recordaba cuando los abriste nuevamente.

En realidad no querías irte, por lo que tus pies no lograban despegarse, y, me senté junto a ti.

Y fué cuando comenzamos a escuchar nuestros pensamientos, y platicamos sin decir palabras.

Pusimos el contenido de las bolsas sobre el piso y se confundió, y lloré contigo por la impotencia de no poder distinguir, de no saber llevarme mis recuerdos y dejarte sólo tu vida.

El río sonaba y quería llevarte a verlo, pero no pude moverme, y me senté junto a tí a esperar que amaneciera.

A esperar que te fueras,
no podía dejarte sólo con nosotros regados sobre el suelo.